LA RIQUEZA MÁS GRANDE ES SER HIJO DE UN BUEN PADRE

Cuando era un niño, cuando aún creía que mi padre era un ser de otra dimensión, poderoso, y que todo lo sabía, me aguantaba retos, ciertos palmetazos necesarios y muy bien aplicados, sin embargo, y a pesar de esos encontrones que no me agradaban para nada, igual mantuve el necesario respeto, un respeto absoluto, sincero y agradecido de hijo obediente.

-De alguna forma siempre entendí que el respeto hacia a mi padre debía ser completo. Hoy después de caminar un buen tiempo por esta vida, de caerme y ponerme de pie muchas veces, de entregarle la confianza una y otra vez a gente de dudosa nobleza, me doy cuenta que ese respeto se lo ganó él, y no es que yo decidiera ser respetuoso. No, muy por el contrario, él me infundía obediencia, y por cierto en igual medida, un gran cariño. Mi padre es de esos que usaban el pelo corto, es de esos que cuidaban su apariencia, de esos que respetaban el hogar, a la esposa, a los hijos, y que daban el mejor ejemplo posible de moral y valores, de esos que cuando daban la mano, la palabra comprometida valía más que un documento, y de esos que nunca le entregaron dos veces la confianza a quien no merecía esa gracia.

Hoy reconozco en su ya cansado cuerpo, las huellas de una vida de guerras, de un montón de experiencias amargas recogidas en cada esquina del tiempo, y también reconozco que me ha sacado una ventaja irremontable. Sentir orgullo por un padre, es una bendición que no todos comparten. Si somos sinceros, realmente sinceros, todos sabemos que engendrar a un hijo o hija, no es ser padre. El que cuida, el que es ejemplo de vida, el que protege, educa, ama y comparte todos los momentos que le sea posible con su familia, ese y sólo ese puede llamarse a sí mismo padre y su pago será tener siempre el reconocimiento, agradecimiento y cariño de su familia.

Cuando era muy joven, mi padre en una de las tantas conversaciones que mantuvimos, como siempre sin programarlas, en esas tertulias íntimas donde el hombre viejo se muestra más humano que nunca y completamente imperfecto, y donde le enseña sus trucos para ganarle a la vida al hombre nuevo, al aprendiz de hombre, a la vasija vacía, que puede llenarse en cualquier minuto con virtudes y sapiencias, así como también, con porquería y basura, en esos momentos fue cuando me dijo con la experiencia de sus años, que para tener una vida medianamente correcta, debía tener siempre presente algunas cosas muy importantes:
Siempre respetar a la que me tocara por esposa; Nunca levantarle la mano a ella o a una mujer; Nunca desatender a mis hijos; Nunca robar; Mantenerme alejado de cualquier droga o de personas que las consuman; Jamás hacerme acompañar por los que no comparten mi estilo de vida, porque esas son malas juntas; Nunca dejar que el trago me guste más que la familia; Nunca dejar de ser padre, aunque tenga 100 años, y por último Nunca dejar de luchar para que mis hijos me superen en todo, absolutamente en todo.

El día del padre es un día muy especial para nosotros los hombres, es el día en que sin ninguna vergüenza, reconocemos en otro hombre el amor que sentimos por él y lo amamos y lo besamos y lo abrazamos sin prejuicio alguno, porque ese hombre, en un momento muy especial de la vida, en un momento muy breve de silencio y entrega, nos engendró.

Para quien ya no lo tiene, es una certeza consumada que la pena nunca pasará, pero el amor tampoco y ese es el más grande tributo que un hijo puede hacerle a un padre ausente, amarlo y de ves en cuando, hablar con él, porque él siempre estará con uno.

En el mundo que hoy se nos presenta tan lleno de avances en los medios de comunicación, se hace más necesario el diálogo cercano, personal, de afecto expresivo, maduro, profundo en la familia y concretamente del padre con los hijos. Quizá la mejor celebración del día del Padre pueda ser una comunicación íntima, noble, sincera, profunda, de auténtico amor trascendente, y que expresa el mismo amor de Dios el padre perfecto. “Padres, no irriten a sus hijos; edúquenlos en la disciplina e instrúyanlos en el amor de Dios, el padre ejemplar”.

Quizás en algún momento te peleaste con él y jamás hubo reencuentro, quizás nunca lo conociste o quizás la vida se lo llevó más temprano. Siempre es más temprano de lo que pretendemos y siempre el ciclo de la vida será igual, amargo por momentos y dulce en otros. Sólo debemos saber que el tiempo cura muchas heridas y si hoy estás peleado permítete darte una nueva oportunidad. Ya eres grande, y la capacidad de perdón sobre el orgullo debe ser más fuerte, por ti, porque tú mereces saber de él y conocerte a ti mismo. Y si nunca lo conociste, tú sabes quién en lo profundo tuyo representa al padre que hubieras querido tener, quizás un amigo, quizás el padre de un amigo, a lo mejor tu mamá. Busca también en este día estar a su lado si eso te hace sentir bien y fuerte para mañana. La vida tiene ciclos, el natural es que nuestros padres se vayan antes que nosotros, así como nosotros (y seguramente gustosos) nos iremos antes que nuestros hijos. Pero el que hoy no esté a tu lado no significa que no puedas compartir un momento con él. El está en ti cada vez que te miras al espejo, cada vez que miras a tus hijos y cada vez que necesitas ese apoyo para la decisión más acertada que debas tomar. Entonces el día del padre debe ser un día en que celebres, celebra la posibilidad de estar con tu gente, con tus amigos y con tu familia, con la gente que amas y que realmente te ama.

Llegó el momento de celebrar una fecha muy especial, una fecha en la que nos llena de orgullo saludar a los abnegados padres de familia, las cabezas del hogar, el responsable de guiar y orientar a toda una familia por el sendero de la rectitud, la moral, la virtud, la responsabilidad, pero sobre todo de la educación con amor.

Un papá es ante todo un hombre con corazón, que sabe señalar el horizonte con optimismo y confianza. El mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de su tiempo cada día. No puedo concebir ninguna necesidad tan importante durante la infancia de una persona, que la necesidad de sentirse protegido por un padre.

¡Cuán grande riqueza es aún entre los pobres, el ser hijo de un buen padre! Cuando me equivoco me ayudas, me das el ejemplo, cuando dudo me aconsejas, cuando caigo me das tu mano, y siempre que te llamo estás a mi lado, siempre. Gracias papá, yo te amo.

IVÁN QUINTANA