CÓMO DEBERÍA SER EL CANDIDATO(A) IDEAL PARA PRESIDENTE DE CHILE

Estamos en plenas campañas para definir a los candidatos a Presidente de Chile. La alianza y la concertación están haciendo lo suyo, así también los independientes y los no tan independientes están tratando de subir en las encuestas a como de lugar, ¿pero sabe usted cuáles son las características que debe tener un candidato ideal, o por lo menos decente?

Desde los comienzos de la civilización se ha reflexionado acerca de las virtudes de los buenos gobernantes y de los políticos en general, pero con la aparición del problema de seleccionar a los hombres para asumir el poder político mediante el voto de los ciudadanos comunes, surgieron los candidatos que se esforzaban por simbolizar su pureza, la cual exponían al escrutinio público. El candidato es el recurso más valioso para las campañas políticas; él es el que está al centro de la campaña; él es la razón por la cual existe ésta y es el asunto principal a partir del cual el elector juzgará la campaña; un candidato inadecuado puede provocar la ineficacia de todas sus acciones y el desprestigio del partido por largo tiempo.

Hoy, en las sociedades democráticas modernas, el problema de evaluar las virtudes de los candidatos que garanticen el mejor desempeño posible de los puestos públicos, se ha vuelto tan complejo como las propias tareas del gobierno, de modo que ahora las virtudes de un buen candidato no son necesariamente las mismas de un buen gobernante, pues la capacidad de comunicación persuasiva, determinante para el éxito de una campaña, no es suficiente para el manejo competente del gobierno. Por eso, recientemente en nuestro país, han aparecido voces de alerta de que, más que políticos y estadistas, el sistema electoral está produciendo muy buenos “campañistas”.

Sin capacidad efectiva de comunicación oral, un candidato que se salta párrafos de un discurso preparado (seguramente de la autoría de algún asesor) sin conocer a los electores, un candidato que no sabe llamar la atención de su público, que no sabe qué decir al electorado; al fin y al cabo, un candidato que ni siquiera espera los aplausos al finalizar su discurso y que está consciente de su fracaso en cuanto a su capacidad comunicativa, es un candidato de barro, un desperdicio, una falta de respeto y una mierda.

Diversos autores contemporáneos han vuelto a pensar acerca de las cualidades deseables en un candidato, a la luz de las exigencias de las campañas electorales modernas, las cuales se esfuerzan por presentar a los candidatos como poseedores de las mejores cualidades que el electorado considera importantes en sus representantes.

La teoría y la práctica se han encauzado hacia la búsqueda de los elementos públicos y privados del hombre político ideal, que garanticen la confianza y la popularidad; por ejemplo: 1) Edad, títulos, experiencia profesional. 2) Hijo del pueblo. 3) La esposa. 4) El círculo familiar. 5) Vestimenta. 6) La patria chica. 7) Competencia. 8) Energía. 9) Innovador. 10) Abierto al diálogo. 11) Sencillez. 12) Rigor moral. 13) Su sentido del humor, su sonrisa, su alegría de vivir. 14) Su ocio.

Víctor Gordoa, asesor en imagen pública, ha diseñado la imagen del candidato ideal: debe representar a un ser influyente, experimentado, pacífico, entrenado, honesto, seguro, activo, sano, informado, dulce, justo, calificado, franco, liberal; en contraposición, no debe representar el no tener influencia, no ser experimentado, ser querellador, carecer de entrenamiento, ser deshonesto, tímido, pasivo, enfermo, estar mal informado, ser agresivo, injusto, no tener calificación, ser hipócrita y conservador.
De acuerdo con Francisco Barranco, experto en cuestiones de marketing político, las características del candidato ideal son: joven maduro, 45 a 55 años. Físico atractivo, pero no determinante, más valorado por el sexo femenino e inversamente proporcional al nivel cultural del entrevistado. Máxima honradez y sinceridad en sus planteamientos. Gran simpatía. Respetuoso de la religión católico. Progresista, pero no revolucionario. Pasado democrático. Carácter fuerte, enérgico. Buen orador. Pragmático y abierto a pactos con partidos o grupos. Realista en su ideología. Dinámico y activo. Pacifista, pero dispuesto a defender la soberanía y la independencia. Capacidad de decisión. Formación universitaria, aunque no determinante. Experiencia política suficiente, también en la empresa. No representar poder fáctico distinto al democrático. Curiosamente, el estudio de Barranco además encontró una ligera preferencia por parte de la población mundial al sexo masculino, indiferencia hacia un apellido famoso y hacia la relación con la administración del Estado.

Sin embargo, todas las virtudes y defectos señalados para los candidatos, según los estudiosos, a mi modo de ver, son culturales y contingentes a un determinada situación; asimismo, las características positivas y negativas al concretarse en una persona determinada forman un conjunto en donde algunos rasgos se equilibran y otros sobresalen o nulifican a los demás, y es este conjunto el que forma la personalidad o imagen pública de un candidato, el que puede ser o no atractivo para el electorado. De ahí la necesidad de la investigación de los candidatos en cada elección, porque no existe un modelo ideal para todas partes, para todo tiempo y para todos los electores; pese a que algunas cualidades, las deseables en cualquier persona, parezcan repetirse en el pensamiento de la gente entendida, así como para el electorado en general.

IVÁN QUINTANA
Director Tejemedios